Hoy fui a nuestro viejo gimnasio. Ya no es lo mismo. No es lo mismo ir sola, por supuesto, pero además ahí todo cambió. Ahora lo dirigen dos chicos. Uno de ellos es muy lindo, y sin embargo tan poco atractivo. Su cara es perfecta, pero por alguna razón eligió inflar su cuerpo como un conjunto de globos de acero lustrado. El otro hizo lo mismo, pero se nota que de todos modos nunca tuvo oportunidad alguna de acercarse a la belleza de ningún tipo.
Lo peor del cambio es la música. Una hora seguida de reaggetón. No es que tenga nada especialmente en contra del reggaetón, pero no se compara a aquel dark-trava-trance que nos hizo entrar la primera vez. Y cuando el posible pero arruinado chico lindo se fué, unos minutos antes de que yo terminara mi rutina, el otro puso heavy metal fuerte y viejo, como una especie de Rata Blanca en inglés. Miré alrededor y noté que sólo había hombres, y todos estaban vestidos absolutamente de negro. ¡Nuestro gimnasio barato de travestis se convirtió en uno de chongos duros! ¿Dónde están nuestras travestis? ¿Dónde está nuestro trava-trance tan grasa que nos hacía bailar entre pesa y pesa? ¿Quién me va a poner una cara ahora cuando algo especialmente ridículo pasa alrededor?
Flavia, volvé al barrio.
Flavia, sacate un blog.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
le dije hoy a tu marido que queria empezar a ir al gimnasio pero no para convertirme en chongo de metal, sino en la persona flaca que era antes del dulce de leche. pero este post no me da muchas ganas de ir al tuyo.
ResponderEliminardale veniii
ResponderEliminarpero contame que haces en el gimnasio, nunca fui a uno
ResponderEliminarbicicleta, aparatos y abdominales. también podés hacer cinta si querés adelgazar. si. vení.
ResponderEliminarsiempre me puso celosa tu amistad con Flavia
ResponderEliminarlas razones son obvias
pero
yo nunca podría haberte acompañado al gimnasio
las razones son obvias.